Hace tan solo un mes y medio los precios de los granos tocaron máximos tanto en el mercado internacional como en el local. Mas allá de hablar de valores totalmente distintos en uno y otro mercado, nuestros granos superaron promedios de ciclos anteriores. Los insumos venían ya con incrementos, pero en la mayoría de los casos con importantes retrasos en relación a la suba de los granos, haciendo entusiasmar a toda la cadena con una buena campaña 2021/22.
¿Qué cambió entre el 20 de mayo pasado y hoy en el mercado internacional? Los elementos “alcistas” en general siguen siendo los mismos, e inclusive con el último reporte del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) del 30 de junio pasado se acentuaron.
El principal, los balances ultra ajustados de oferta y demanda de Estados Unidos en maíz y soja siguen en niveles de stocks y relación stock/consumo similar a los de los ciclos 2012/13 y 2013/14.
Sumando otro condimento alcista en maíz, Brasil fue achicando casi semanalmente las proyecciones de producción y así se pasó de la 2019/20 con 102 millones de toneladas a 98,5 millones de toneladas (USDA en junio), con consultoras como StoneX dando su última estimación de 87,9 millones de toneladas.
China, si bien no sigue con la misma fuerza de demanda que traía hasta mayo, en los días en los cuales los precios cayeron fuertemente aprovechó para hacer nuevos negocios.
Hasta aquí no se encuentran elementos que expliquen ni las bajas fuertes que hubo ni la dificultad de continuar con el rally que disparó el reporte del 30 de junio último.
Pero sí podemos nombrar algunos datos que fueron apareciendo y que hay que seguir de cerca para anticiparnos a lo que pueda venir.
Cuando el objetivo es tomar decisiones en el medio de tanta volatilidad, quisiéramos saber qué es lo que puede cambiar de aquí en adelante. En el corto plazo, julio/agosto, sigue siendo fundamental qué es lo que pasa con el clima en Estados Unidos.
Se contraponen mapas. Por un lado, los que muestran la sequía que afecta, de acuerdo al USDA, el 38% del área de producción de maíz, mientras que en soja es algo menor, 33%. Por otra parte, los mapas de lluvias en los próximos días siguen mostrando nuevos aportes en las zonas que están en mejores condiciones, y esquivando las más complicadas.
Sumado a estos dos puntos, entra en juego la posibilidad o no de que la zona en mejores condiciones compense las pérdidas potenciales en las secas. Con un maíz que se espera el lunes esté 12% en polinización y una soja con 25% en floración podemos esperar que la volatilidad continúe.
El factor China
¿Qué hará China? ¿Avanzará con más compras con cada baja del mercado o esperará a que ingrese la nueva cosecha? La fuerte caída de producción de Brasil, más allá que ya está tomada por el mercado, genera posibilidades que “podríamos” aprovechar por lo menos hasta que ingrese la cosecha de Estados Unidos.
Por un lado da posibilidades de que podamos reemplazar el volumen que dejaría de exportar, y por el otro, que necesite importar maíz para poder satisfacer su enorme demanda doméstica.
¿Por qué el “podríamos” y no “podemos”? Porque en la Argentina uno de los riesgos latentes es que también se intervenga el mercado de exportación de maíz, con todos los perjuicios que ya conocemos.
En maíz ya hace una semana que las Declaraciones Juradas de Ventas al Exterior (DJVE) llegaron a 30,4 millones de toneladas, muy por delante de las que había el ciclo pasado y en un nivel que, si consideramos experiencias pasadas, puede terminar en intervención del mercado también.
Es por eso que siempre trato de transmitir que cada vez que aparezca la oportunidad de capturar precios/relaciones grano-insumos se tome la decisión teniendo conciencia de que, si afuera hay volatilidad, “adentro” los riesgos siempre crecen. Nunca se achican.
La realidad interna
A todos los puntos que pueden darle dirección al mercado mencionados anteriormente hay que obviamente sumarle los macroeconómicos, inflación global, posible aumento tasas de interés, aumento del índice dólar que lleva una suba del 3,2% desde su mínimo del 25 de mayo, Covid con la variante Delta, bitcoin, etc. Además, localmente debemos agregar siempre en los escenarios factibles una cuota/margen de error que podemos bautizar como “el condimento “Argentine”.
¿Dónde se termina trasladando toda esa suma de riesgos? Entre otras cosas, en el precio recibido por el productor.
Cuando miramos como estamos hoy versus los mínimos del 2020 en Chicago y en la Argentina, nos encontramos con la confirmación que una cosa es Chicago, y otra muy distinta es la Argentina.
Las subas de la semana pasada fueron un claro ejemplo de la diferencia que encontramos en ambos mercados. Y es importante tenerlo claro, en especial cuando para tomar decisiones de venta estamos esperando la explosión en Chicago y localmente llega con mucha menos fuerza. En tanto, en las bajas copiamos casi a la perfección.
La última semana vimos en Chicago subas para las posiciones cercanas en soja de 10% y en maíz de 13% versus el mercado local con 5% y 4%, respectivamente.
Es verdad que son distintos mercados (en uno casi sin mercadería disponible sobre el fin de un ciclo y localmente en medio de la cosecha del maíz y recién finalizada la de soja). Pero también es verdad que sin las particularidades argentinas podríamos aprovechar de lleno este momento de precios. En ese comportamiento tan distinto en las subas también entran otros componentes.
En algún caso no hay intervención del hombre, como es el nivel del río Paraná en niveles históricamente bajos. Pero en muchos otros sí hay intervención del hombre, más claramente del Estado. El principal riesgo en su mayoría es el intervencionista, falta de previsión, cambios de reglas de juego, entre varios otros.
En el lapso de tres semanas tuvimos noticias que fueron desde la intervención, cierre, control de las exportaciones de carne hasta la “estatización” de la administración de la hidrovía y la media sanción para bajar el uso mandatario de biodiésel (con riesgo latente que ocurra lo mismo con el etanol).
Cada una de estas noticias por sí sola genera menor demanda de granos, mayores costos tanto operativos como logísticos, burocráticos, como de previsión de riesgos futuros, etcétera, sin entrar en el grave daño a empresas, el empleo y la generación de divisas.
Estos cambios negativos nos hacen ver inclusive más cercana la posibilidad latente de intervención en otros mercados de exportación, como ya mencionamos en maíz.
La autora es asesora comercial
Paulina Lescano